Algunos de ustedes ya saben que soy fundamentalista de la pizza, siempre estoy en busca de la mejor, y esta vez aprovechando mi último viaje a New York me dispuse a probar la pizza de Di Fara en Brooklyn que tanto me habían hablado y que no podía dejar de probar y comprobar.
Pero lo mejor de todo no fue solamente haber encontrado realmente la mejor pizza (por lo menos hasta ahora) sino la anécdota de conocer estos dos personajes de Brooklyn, y así es cómo pasé de ser un simple turista al que le niegan venderle una porción, a ser un local amigote de la casa.